Mc 1, 40-45: “Lo quiero; queda sano”
Félix de Nola (260) Heb 3, 7-14: Anímense unos a otros Salmo 94: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan su corazón”
Se acerca a Jesús un leproso y arrodillándose le suplica: Si quieres, puedes sanarme. 41Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero; queda sano. 42Al instante se le pasó la lepra y quedó sano. 43Después lo despidió advirtiéndole enérgicamente: 44Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu curación establecida por Moisés. 45Pero él salió y se puso a proclamar y divulgar el hecho, de modo que Jesús no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares despoblados. Y de todas partes acudían a él.
Comentario
La actitud de Jesús es la compasión. Se acerca al leproso, con gestos de profunda humanidad y le declara que desea para él la salud. Es evidente que para Él la compasión es el principio que determina a la humanidad. Sin ella no hay vida humana, sino exclusión, condena y muerte. Sin ella la otra persona muere a nuestro lado, sin hacer nada extraordinario por salvarle. Jesús con sus gestos y acciones indica que es necesario tener compasión con nuestros vecinos y también con el ecosistema para combatir el sufrimiento eco-humano. Con la manera de actuar de Jesús, que el Evangelio recuerda permanentemente, queda claro que la compasión es la opción fundamental de Dios ante el sufrimiento humano y por eso Jesús la hace suya la cual lo lleva a la solidaridad efectiva con las víctimas. A la luz de la vida misma de Jesús, el cristiano está llamado a solidarizarse con el dolor de los inocentes. Esa debe ser la característica de toda persona que vive el “seguimiento” de Jesús.