
Antes de separarse de los apóstoles, Jesús los envió diciéndoles: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28, 19). Así comienza la evangelización del mundo de aquel entonces.
A través de la historia, fueron muchas las maneras de llegar al corazón de las personas para que conozcan y se encuentren con el Maestro de Nazaret.
Una de ellas es la misión ad gentes (a las naciones). La misma define a quienes son enviados a compartir el Evangelio de Jesús en lugares donde aún no es conocido.
En la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, el papa Pablo VI nos dice:
“Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (EN 14).
Es mucha la riqueza del Evangelio que hay en las diferentes culturas de nuestro tan variado mundo. En diversos lugares se encuentran laicos, religiosos y sacerdotes que fueron enviados con una misión específica: compartir la fe y transmitirla, respetando la diversidad de cada pueblo y celebrando la alegría de la fe.
En cada país adonde están estos misioneros, se viven diferentes realidades que es necesario atender y son parte de la evangelización: enfermedades, pobreza, conflictos armados, persecuciones y violencia. Cuando un misionero o una comunidad están presentes, toda la Iglesia está presente, mediante la oración – como lo hacía santa Teresita, patrona de las misiones – colaborando con ropa, medicamentos, alimentos y dinero para que las obras continúen; y actualizándonos con la información que nos llega sobre esta tarea tan importante.
Como dice la antigua canción Un mandamiento nuevo: “Donde existe amor fraterno, Cristo está y está su Iglesia”. Qué manera tan oportuna de mostrar esa fraternidad entre todos los cristianos, construyendo juntos el Reino con tanta gente que necesita el abrazo de los hermanos y el acompañamiento hacia el encuentro del Dios vivo.
Las maneras de evangelizar son muchas y en esto es importante tener en cuenta lo que nos dice el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
“Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida” (EG 49).
Desde nuestro lugar y en nuestra misión cotidiana, hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para llevar a otros a esa amistad con Jesús. Eso es misionar y a ello estamos enviados. Al hacerlo, nos uniremos a tantas personas que fueron enviadas a otras tierras y a otras realidades.
Que en este mes misionero extraordinario, el Espíritu Santo nos fortalezca y nos de la herramientas necesarias para anunciar el Evangelio.